Día largo, propicio para la escritura.
Abraza el dolor. Amalo. No lo reniegues.
¿Qué es un poeta sin él? ¿Qué se escribe aquí si no eres portador de un dolor que te aplasta el pecho?
Dolor, no sufrimiento. Toma el dolor, vívelo, fluye con él, deja el proceso ser, pero no sufras, disfrutalo.
Ansiaba ya tenerte conmigo, como si fuera una amante de ti, como si te necesitara para vivir.
Reactivando este espacio, transmutando en escritura la confusión que atraje a mi. ¿Empezamos por lo mismo de siempre, él? Él y mi necesidad de hacerlo mi apoyo cuando me encuentro aquí.
O cambiamos de personaje, a quien me resisto a hacerle inmortal por medio de mi. Ya no le escribo a cualquiera, no puedo escribirle tampoco a una persona así. Quiza por orgullo no lo he hecho. Cuantas veces me he quedado con las ganas de plasmarte aquí.
Quiza mi evidente involución sea más interesante. Como mi Diosa ya no me habla. Como llevo unos meses sin escencia, ni videncia. Como he mal gastado lo que por ley universal me corresponde, creyendome lo suficientemente inteligente para mantener el equilibrio entre lo material e inmaterial.
O les cuento como de nuevo he entrado en el estado del caos por no pertenecer al lugar donde me encuentro, porque todos se van.
Dos cosas si diré. En el momento en que el ser humano descubre que todas las situaciones, buenas o malas, las atrajo el mismo a su vida y deja de culpar a los demás y se vuelve responsable por el manejo de sus emociones, ese, ese es el momento en el que la pasará peor y se sentirá mal consigo mismo. Dos, sentir que perteneces a otro lugar, ver como hasta tu rostro cambia cuando estás ahí, el sentido de libertad y la armonía y estar atada todavía por cosas pendientes a otro sitio donde no te hayas, es una cosa realmente fea. La felicidad es interna, surge cuando entras en contacto con la gotita de divinidad dentro de ti y no, no está ni en un viaje, ni en un lugar.
Hoy no hay besos, solo Arielle.
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