Otra vez brotan de noche. Esas gotas que te hacen conscinte de lo que estás sintiendo muy adentro. Es normal para mi enamorarme del equivocado. Ese que nunca puede ofrecerme nada. Un patrón que sigo como si fuera una regla.
Noche de creciente, escuchando la melodía de aquellos años, cuando era plena con compañía. Un par de cristales, elixir de los dioses y veneno en forma de niebla me agobian y a la vez me tranquilizan.
No voy a preguntarme los porques, me limitaré a sentir y dejar esos sentimientos ser, ser dentro de mi, aun que hieran.
Justo después de autocomplacerme, me derrumbé.
No tenías que decir nada. No tenías que usar palabras para expresar emociones que no sentías. No tenías que hacerme sentir si no había correspondencia.
Ustedes siempre dan maratones hacía atrás, argumentando evitar daños. No se dan cuenta que al marcharse, ya han hecho lo suficiente para dejar una herida del tamaño del conejo de la luna por todo mi cuerpo.
En fin, nunca me quejaré. Porque hasta tu mal me hace bien. Hasta tu mal me hace grande.
Aprendí del mejor, que aun que él sea el mejor, si no tiene la fuerza para luchar por mi, no me merece
Besos sabor a sal, Ari.
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